El investigador del CONICET Daniel Kersffeld escribió un artículo de opinión en el diario nacional Pagina 12, sobre lo que representa Ushuaia para los intereses norteamericanos en el Pacífico Sur. Aquí reproducimos el artículo:

El 4 de abril por la madrugada, Javier Milei viajó a Tierra del Fuego para mantener una reunión con una invitada especial: la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, general Laura Richardson, de visita en Argentina para mejorar las relaciones bilaterales en “cooperación regional en defensa”.

El presidente argentino anunció allí que Estados Unidos construirá una “base naval integrada” en Ushuaia, la ciudad más austral de Argentina y que posee una enorme importancia geopolítica: está ubicada en la confluencia de los océanos Atlántico y Pacífico, cerca del estrecho de Magallanes y del paso de Drake, y suele ser considerada como “punto de entrada” al continente antártico.

La presencia de Richardson en la capital austral sirvió además para cerrar cualquier revisión en torno a la construcción del Polo Logístico Antártico, un emprendimiento financiado por capitales chinos en la ciudad de Río Grande, que incluía un puerto, una planta de agroquímicos y una central eléctrica que alimentaba todo tipo de sospechas geopolíticas en la Casa Blanca y en el Pentágono.

En realidad, la iniciativa de Ushuaia es un viejo proyecto de las Fuerzas Armadas argentinas, planificado hace más de 15 años, pero de la que sólo hubo algunos avances preliminares.

En marzo de 2022, el exministro de Defensa Jorge Taiana anunció la construcción de la Base Naval Integrada de Ushuaia con los objetivos de fortalecer la logística y el apoyo a las operaciones navales, potenciar la investigación científica y promover el desarrollo económico local, mediante la colaboración entre las tres Fuerzas Armadas, con Tandanor (Talleres Navales Dársena Norte).

Pero el alineamiento irrestricto del gobierno de Milei con Estados Unidos y con las potencias de la OTAN terminarían por operar un giro con amplias resonancias geopolíticas.

Mientras que, desde las Islas Malvinas, el Reino Unido se asegura el control del Atlántico Sur, con el proyectado nuevo puerto de Ushuaia, Estados Unidos tendrá una influencia determinante en el Pacífico Sur, conformando de esta manera una suerte de status quo geopolítico de creciente gravitación y que operará como una suerte de candado para posibilitar el acceso a la Antártida.

Los mayores lazos comerciales de China con la región hoy están siendo utilizados y capitalizados por Estados Unidos para justificar una presencia física cada vez más amplia en términos militares.

La reciente inauguración en Perú del puerto de Chancay, en el marco de la última cumbre de APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico), que tuvo lugar en Lima, entre el 14 y 16 de noviembre, sólo alimentaron las sospechas y las creencias de las que se nutre el aparato militar estadounidense.

Del que se comienza a conocer como el “Singapur de América Latina”, se espera que genere 4.600 millones de dólares de beneficio anual para Perú, equivalente a casi el 2 por ciento de su PIB.

Para China, el beneficio será enorme, no sólo por el intenso movimiento comercial que genere este auténtico hub marítimo en el Pacífico latinoamericano, sino por las enormes conexiones económicas (y por derivación, también políticas) que genere con otros países de la región, interesados en acoplarse a la nueva Ruta de la Seda, como son los casos de Brasil, Colombia y, sobre todo, Bolivia, donde además se encuentran las principales reservas de litio a nivel global.

Con relación al próximo gobierno de Donald Trump, todo hace pensar que el interés por conquistar geopolíticamente el sur del continente va a ser todavía más importante que el que mantiene la administración, ya en retirada, de Joe Biden.

Por lo pronto, distintas versiones señalan que la general retirada Laura Richardson, quien desde el 7 de noviembre de 2024 ya no está al frente del Comando Sur, en pocos meses más conseguirá nuevo empleo, ahora bajo el mandato de los republicanos.

Sus fluidos contactos con quienes se desempeñarían en el gobierno, como el futuro secretario de Estado, Marco Rubio, y con el próximo secretario de Defensa, Pete Hegseth, posibilitarían que Richardson sea designada por Trump como enlace con Sudamérica, un cargo en el que se combinarían sus habilidades diplomáticas, pero también su conocimiento sobre políticas comerciales y de defensa, desde un encuadre geopolítico.

Por su parte, las Fuerzas Armadas estadounidenses tomaron nota del avance de Beijing a través de Chancay, y ya se orientan en función de su próximo objetivo: la defensa del gobierno de Paraguay, único aliado de Taiwán en Sudamérica y, supuestamente, víctima de una filtración informática por parte del grupo prochino FlaxTyphoon.

Un buen argumento para que el Comando Sur mantenga presencia en el entorno clave de la Triple Frontera y del Acuífero Guaraní reafirmando, al mismo tiempo, sus intereses estratégicos en Ushuaia, en el territorio austral y en el acceso al continente blanco.