Germán Obando es enfermero desde hace siete años en el Hospital Regional de Río Grande, en Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Grita desde la provincia donde se registraron 161 casos nuevos en un día, de los cuales 80 corresponden a la localidad donde él trabaja: “Tenemos las camas ocupadas casi al límite”. No hay suficientes elementos para el equipo de provisión personal, como barbijos, camisolines o guantes… Nada les sobra más que el trabajo constante: “Suele demorar mucho que lleguen acá los elementos y medicamentos necesarios, porque somos una isla. Tenemos una población chica de 160 mil habitantes; jamás el hospital estuvo colapsado en su totalidad, esta situación desespera”. Desde la punta más austral del país nos cuenta muchas cosas, como que hay pacientes en cama hace 50 días o que ya el 70% de sus compañeros de trabajo padecieron Covid-19 o lo están transitando otra vez, al contagiarse nuevamente.
“Es agotador. Durante la primera parte de la cuarentena se diezmó el personal porque eran pacientes de riesgo y recién hace poquito incorporaron nuevos enfermeros”, nos contó movilizado. Y profundizó que sufren “las suspensiones de las vacaciones y los francos, las jornadas de 12 horas, los doble turnos”. La demanda crece en Tierra del Fuego, donde hay 1048 casos activos, 168 fallecidos y un acumulado de 12.666 contagiados. Pero hay que seguir trabajando: “Acá se sobrevive como se puede. Yo sin guardias hago $40 mil mensuales, mientras que la canasta básica ronda los $50 mil en la provincia, donde el costo de vida es más alto”.
“Cuando vas a laburar, podés encontrarte con cualquier cosa”, confiesa con un cansancio notable. Sin embargo, a pesar de los dos millones y medio de pesos que tiene asignados a su cartera, el Ministerio de Salud provincial no actuó antes, dejando que se acumulen deficiencias y tampoco actúa ahora, mientras las y los profesionales de salud se la rebuscan para mantener de pie a los hospitales: “Desde el Gobierno provincial no veo nada. Leo los portales y hay tranquilidad. Creíamos que volveríamos a la fase uno, pero permitieron todo y quienes lo terminan sufriendo desde acá adentro somos nosotros”, reflexionó. Esta crisis en el sistema sanitario no es de ahora, no sólo responde a la actualidad; viene de un pasado crítico donde los hospitales no fueron equipados, los centros de salud barriales no fueron previstos con médicos generales ni personal que atienda en las guardias, por el colapso siquiera está atendiendo el 107, que es el número de emergencia. Lejos de rendirse, Germán y tantos otros profesionales le ponen el pecho a la crisis sanitaria: “Es una patada muy fuerte para nosotros. Al ser de una ciudad de población reducida, atendemos compañeros de trabajo, familiares, amigos, vecinos que uno quizá los vio caminando la semana pasada…. Y ahora están falleciendo”. (La Garganta Poderosa)