La comunidad científica reúne evidencias para confirmar que la “niebla mental” es uno los efectos que podría causar el Covid-19 en aquellas personas que –incluso– la cursaron en forma leve y sin patologías previas.
Se trata de un síntoma cognitivo que se ha reportado a lo largo del mundo como secuela y que podría asociarse a la pérdida de memoria, a problemas de concentración, mareos, dolor de cabeza y confusiones frecuentes. Las descripciones de los individuos que la afrontan son tan variopintas que, hasta el momento, cuesta definir a ciencia cierta en presencia de qué fenómeno se está.
“Todavía no se sabe mucho, ya que el costado neurológico aún no fue muy explorado. Por un lado, el virus afecta en términos primarios al sistema nervioso y causa trastornos mentales, la perturbación de la memoria, cansancios y confusiones recurrentes. Por otro, en orden secundario, también hay que tener en cuenta todo lo vinculado al aislamiento, la incertidumbre económica, el temor al contagio de los cercanos y las angustias, que configuran escenarios de ansiedad y depresión en las personas”, le dijo el médico psiquiatra de la UBA, Federico Pavlovsky al diario Página 12.
Siguiendo con este razonamiento, continúa: “Por los últimos trabajos sabemos que el virus invade al sistema nervioso central y periférico y desencadena una respuesta inflamatoria inmune y propia del organismo que puede contribuir a la emergencia de los síntomas neuropsiquiátricos. Hay diversos cuadros que podría ocasionar, desde encefalitis (inflamación cerebral) hasta enfermedades cerebrovasculares”.
“Cuando un paciente atraviesa un trauma severo y retorna a un núcleo de paz y cierta estabilidad, los aspectos psicológicos se canalizan a través de patrones que ayudan a la persona a reinsertarse en su mundo. No debemos olvidarnos que la Covid es una enfermedad que tiene muchos puntos en común con otras infecto-contagiosas y que para peor se ancla en el contexto de una pandemia global”, señala Adrián Baranchuk, médico (UBA), profesor de Medicina en la Universidad de Queen’s (Canadá).
Y luego advierte: “Los enfermos están siendo atendidos por médicos que muchas veces sienten el mismo miedo que los pacientes. El escenario es complejo para todos, mucho más para aquellos individuos que exhiben algún sustrato psiquiátrico. Una experiencia como una pandemia es muy difícil para cualquiera”.
Las secuelas que dejará este virus todavía representan una incógnita. Más aún cuando la comunidad científica está concentrada en frenar la propagación del patógeno a partir de una o varias vacunas. Además, los tiempos de la ciencia no se condicen con los ritmos de replicación del virus. Para tener una idea, hay algunas enfermedades virales con muchísima presencia en el planeta que emergieron desde hace décadas y para las cuales todavía no hay solución efectiva. La ciencia marcha lenta porque su estilo –porque su método– así lo indica, porque es la única manera de marchar seguros.