El Senado volvió a sesionar y el clima político se recalentó. Es que a finales de la sesión, tras aprobar los pliegos de todos los dirigentes que serán embajadores -incluido el rabino de Javier Milei, Victoria Villarruel dio lugar a la votación del proyecto 615/24 que aumentaba la dieta de los senadores en un 170%. A mano alzada se aprobó la iniciativa y en cuestiones de segundos, los que ocupan una de las 72 sillas de la Cámara Alta fueron testigos de que su sueldo pasó de 1,5 millones a 4,5 millones de pesos. Incluso podría ascender a dos millones más, por extras de representación y desarraigo.
El vendaval, sin embargo, vino después. Tras conocerse de qué iba el proyecto, tanto en redes como en los medios se difundió la noticia de la paritaria récord. Fue así -y no antes- que el Presidente estalló en cólera. Lo hizo intentando desligar del aumento al bloque de siete senadores de La Libertad Avanza. Después hizo lo mismo con algunos del PRO. “Así funciona la casta”, tuiteó y consideró que sus correligionarios se habían negado a la suba por no alzar la mano.
La consideración presidencial es, cuanto menos, extraña. Sucede que en labor parlamentaria, el proyecto de aumento de dietas contó con las firmas de todos los bloques parlamentarios. El gancho de La Libertad Avanza lo puso Bruno Olivera.
Tras el escándalo, se retractó de sus acciones. “Me equivoqué”, fue su argumento.
El relato de Milei sobre sus diputados tampoco condice con los usos y costumbres del recinto. Es que a la hora de votar a mano alzada, quienes estén en desacuerdo deben expresarlo a viva voz o bien, si pretenden abstenerse, deben enviar una carta a la secretaría académica. Solo dos senadores (de la UCR) lo hicieron.
Villarruel, entre tanto, intentó valerse la ropa libertaria al considerar que lo que pasó en el recito bajo su presidencia “es perfectamente legal y no tengo herramienta alguna para frenarlo”. “Lamento que se le mienta al pueblo y ciertos sectores aprovechen para intentar ensuciarme”, dijo, aunque no detalló si su dardo iba a la oposiciones o a los trolls que suele contar con la venia de Milei. Y confirmó que el aumento contaba con el apoyo de todos los bloques.
Lo que se dice en voz baja del Senado es que el aumento llegó vía un acuerdo para votar los pliegos de los embajadores. Y a quien más se le complicaba el filtro era a Axel Wahnish, rabino de Milei, quien apoyaba la idea de mudar la sede consular de Tel Aviv a Jerusalén. Los cuestionamientos cesaron y la magia de la rosca habilitó su aprobación. Esa rosca de la que, ahora dice Milei, no es propia de su bloque parlamentario.