Los distintos tipos de votos tienen incidencia en los resultados.
Se considera el voto en blanco cuando el ciudadano entrega un sobre vacío sin colocar la boleta de algún candidato. El voto en blanco, si bien, no suma votos para ninguno de los partidos, beneficia, de alguna manera o indirectamente, a la fuerza que se encuentra en primera posición ya que no emite un voto en contra.
El voto impugnado se da cuando las autoridades de mesa identifican que el votante no es titular del Documento Nacional de Identidad (DNI).
Mientras que el voto nulo se presenta en distintos escenarios, como la inclusión de objetos extraños en la boleta; boletas oficializadas de distintas agrupaciones para un mismo cargo; boletas oficializadas de distintas listas, de una misma agrupación política, para la misma categoría de cargos; boletas oficializadas con destrucción parcial, defectos o tachaduras que no contengan el nombre del partido y la categoría de cargos a elegir; boletas oficializadas que posean inscripciones.
Existe una distinción entre las PASO y las elecciones generales. En las primarias, según la ley, las listas deben superar un piso del 1,5% de los votos válidamente emitidos, es decir, los afirmativos y los blancos. Por eso, el porcentaje de votos en blanco se incluyen dentro del total de sufragios de las distintas listas.
En las elecciones generales es distinto. Para conocer si un candidato a presidente obtuvo el porcentaje de votos necesario para ganar en primera vuelta, los votos en blanco se excluyen del cálculo, ya que la Constitución Nacional, desde 1994, habla de “votos afirmativos válidamente emitidos”. En cambio, el voto nulo y el voto impugnado no se contabilizan en ninguno de los dos procesos electorales.